jueves, 11 de enero de 2018

Esta droga está muy viva


La noticia, por su combinación de estrambótica y ecos religiosos sobre la parábola de Lázaro, ha circulado por toda España: un preso dado por muerto iba a ser diseccionado para la autopsia cuando uno de los médicos notó que se movía, después de que tres de sus colegas hubiesen certificado que era un fiambre.

El jiji-jaja con el que este país suele solventar los problemas hará que el caso se olvide rápidamente -incluso la familia, perteneciente a la minoría racial más importante de España, incluso más que los vascos, ha aprovechado la ocasión para pedir la conmutación de la pena-, sepultado por la vorágine de noticias que, sin ser similares, si lo son en el espacio que ocupan en los medios de propaganda: los sucesos. El entretenimiento. El "uy, ese está peor que yo, me tengo que contentar con lo que tengo".

Sin embargo, la ocasión es más que propicia para plantearse unas preguntas muy pertinentes. La primera de ellas es cómo tres "profesionales" pueden certificar la muerte de una persona, y que esta les lleve la contraria insistiendo en estar vivo. Es algo tan grave que da que pensar que esos médicos eran simples figurantes -exactamente igual que los presentes en el Madrid Arena- que con una mano firman partes de defunción, y con la otra cobran la minuta.

Si el primero de los "compañeros" ha certificado que está muerto, ¿cómo le voy a llevar la contraria? ¡Entre compañeros nos defendemos! Además, tendría que tocar un cadáver. Ojo que el protocolo para certificar una defunción, por muy colocado que estuviese el reo, es bastante estricto y consiste en certificar que no hay pulso, que no hay aliento, la dilatación pupilar, y todo eso que seguramente ya conocen todos ustedes de las teleseries de criminología barata. Todo eso falló, o directamente no se hizo, en tres ocasiones. Una por cada médico.

Es bastante plausible que la etnia de Gonzalo Montoya ayudase en la agilidad del proceso, igual que otros compañeros forenses se dieron prisa en las montañas de Trebisonda (Turquía) allá por 2003 para certificar la identidad de los cadáveres del Yak-42. Por supuestísimo, nadie será expedientado, ni el colegio de médicos emitirá ningún comunicado. El preso, bien asesorado, ni siquiera les pondrá una demanda, y sí contra el Estado que todo lo paga.

Es un episodio más de la chapuza continua que asoma en este país orgulloso de tantas cosas, y que de manera muy frecuente muestra su auténtica catadura de zona a caballo entre Europa y África, ya sea en forma de accidentes de aviación, de ferrocarril o de cualquier otra cosa sensible y supuestamente puntera donde, a la hora de la verdad, se descubre que no era para tanto. España, el segundo país con mayor esperanza de vida del mundo, a punto de matar a un muerto que estaba vivo. El de la sanidad de "no hace falta ir a Houston". El de las cárceles mostradas con orgullo por el Ministro de Interior sevillano, como si estuviese enseñando un hotel, y en ese caso eran para un preso político.

Sin embargo, el tema principal de este escrito no es eso.  ¿Cómo es posible que alguien confinado pueda estar colocado por hasta cinco sustancias diferentes? Porque es Villabona, la cárcel ubicada en el municipio homónimo asturiano, y que cuenta con el espantoso registro de 17 muertes por sobredosis en los últimos 10 años. Fíjense bien: un recinto ideado para que no entre ni salga nadie, y parece que la droga circula a sus anchas. Cinco sustancias diferentes, cinco, de las que tres de ellas (cocaína, hachís y heroína) no tienen justificación alguna en un recinto de esas características.

Ese es el registro de muertos, pero el de sobredosis es muchísimo mayor. ¡Cómo no va a serlo si seis de las 17 muertes han sido en el año y medio comprendido entre 2015 y mitad de 2016! En esa fecha, el asunto era ya tan gordo que incluso familiares de fallecidos pidieron que se investigase tan elevada mortandad, y noten por favor la etnia a la que pertenecen: por eso les hicieron algo más de caso.

"No hay una investigación ni te dicen nada. Es como pegarse contra un muro. Cada muerto es sólo uno más, un número". Exacto: el mismo protocolo que estaban aplicando a Gonzalo Montoya, apenas año y medio después de la denuncia. Tampoco habrá investigación en este caso, porque la investigación podría amenazar el negocio. 

"Venía de otra prisión, de Monterroso (Lugo), donde se encontraba perfectamente y no consumía drogas. Él venía para comparecer en un juicio que se debía celebrar de viernes. Ingresó de jueves por la mañana y por la tarde apareció muerto a la hora de la siesta. La autopsia no ha llegado todavía, pero la explicación fue que murió por sobredosis de heroína y pastillas. No es lógico. Para ser consumidor necesitas un nivel de dinero bastante elevado que él no tenía y si llegas de otra prisión se supone que vienes de traslado y que tienes que estar controlado. Algo pasó ahí que no sabemos. La información que nos dan es cero". 

La droga entra en Villabona, está claro. La pregunta es ¿quien la introduce? Los presos no pueden, por su propia condición, y achacar todo a familiares, especialmente cuando hay alguno de los finados que contaba con una familia que realmente los quería sacar de su adicción, tampoco.  ¿Quien entra y sale de la prisión todos los días? Los funcionarios, y esto no es acusar a nadie. Entran y salen todos los días, porque si no también serían reclusos. Lo son bajo cualquier punto de vista, pero para eso opositaron. 

Se defienden, porque lo contrario sería la noticia: dicen que todo entra por el "empetao", palabra de esa gran factoría de términos que siempre ha sido el maco, y que sirve para explicar en su solo término, aséptico y breve, la introducción de droga en el ano, la boca o la vagina, para su posterior consumo. Fíjense cómo deben ser los orificios naturales de según qué personas, que un preso tenía 400 gramos de hachís en su celda.

Alguien, o un colectivo, trata de esconder algo muy a la vista de cualquiera con un poco de sentido común, no precisamente los periodistas que, con cubrir el expediente de informar del goteo continuo de muertes y algún pellizco en forma de denuncia, ya dan por cumplido, incluyendo líneas de propaganda que provocan carcajadas, como "el preso fallecido el pasado abril se había fumado un "chino" de heroína que presumiblemente ya llevaba consigo cuando fue trasladado a la prisión de Villabona desde Teixeiro (La Coruña)" (en el enlace anterior)

¿El presumiblemente lo ha facilitado directamente la dirección de la cárcel, verdad? ¡Porque es incocebible que se procurase la droga en la misma cárcel donde murió, por supuesto! Visto que ya son años y años así, estaría bien que asuntos internos de lo que sea investigase el patrimonio y los movimientos de alguno de esos ímprobos funcionarios de prisiones, que no investigan orificios naturales, que certifican muertos que están vivos, y que dan por normal que alguien muera por sobredosis al día siguiente de ingresar en la prisión. 

Pero eso jamás pasará  
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(Actualización del 22 de septiembre de 2018) El resucitado ya está bien, gracias. Noten que en la noticia, digna de Cuore, ni se cita el tráfico de drogas en la cárcel, el origen de sus males.  
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(Actualización del 19 de marzo de 2019) "La cárcel de Asturias ha creado un grupo específico de funcionarios, con una preparación especializada, para luchar contra la entrada de droga en la prisión. Están en coordinación con las fuerzas de seguridad del Estado y analizan la vida de los internos en el establecimiento, para poder prevenir situaciones de riesgo" (Ajá)

"El 100% de la droga que entra en la cárcel es a través de las comunicaciones con los familiares, y tras los permisos. Las incautaciones van desde hachís y heroína, hasta cocaína y psicotrópicos. Desde la dirección recuerdan que hay numerosos programas de tratamiento en marcha para los 1.200 reclusos que tiene la prisión asturiana." (Excusatio non petita)

"El 75% de los 1.200 presos que tiene la cárcel de Asturias, ha ingresado por delitos relacionados con la violencia de género, la seguridad vial o por delitos contra la propiedad" (No es una cárcel de yonkis)

Los comentarios entre paréntesis, y el texto destacado, son míos. El porcentaje indicado del 100% no.

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La mitad de los accidentes laborales se deben al consumo de alcohol y drogas. Sin embargo, jamás he visto ninguna campaña de los sindicatos al respecto. La culpa es siempre del empresario, que debe ser el que les facilita los lingotazos y las lonchas. Con la nómina.
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La noticia no lo dice, pero se saca por el contexto: Galicia, atraso secular, abortos y la objeción de conciencia no mentada de esos profesionales médicos. Es todo, como siempre, medieval.
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Energía solar para calentar agua y....extraer petróleo. A más de un ecologísta le va a estallar la cabeza. 
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Cayetana Álvarez de Toledo, vieja conocida de este modesto espacio desde hace muchos años, demuestra su estulticia y tontuna sin ayuda ninguna. Un comentario que le sobrevivirá como persona, y que se ha convertido ya en expresión popular imperecedera.
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La Universidad de Oviedo, que pierde alumnos en una sangría continua, gasta 7 de cada 10 euros de su presupuesto en...nóminas.  En total, 133 millones de euros. Al año.
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Fantástica entrevista a Robert Caro, autor de aquel magnífico libro sobre el überalcalde de Chicago en los setenta.
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A ver si van a tener razón los franceses con todos sus tópicos sobre los belgas...
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Los delitos más indultados...